viernes, 30 de noviembre de 2012

En mí


No lo sabes
no imaginas
no te has hecho una idea,

de cuánto
de si es mucho
o es más que mucho
o inabarcable
o si es lo mismo
que lo infinito,

pero sos vos.

Vos
mi puerta en mí.





Universo


Y a veces perderse
en un infierno chiquitito
parecido a un espiral

Ser esa parte que versa
del universo

Girar sobre uno mismo.




   


Fugaz


Es necesario poder

entre tanto caos cotidiano

entre tanto mar abecedario

entre tanta prisa torpe hacia la nada,


hacerse un lugar inmediato
donde sobreexistir.

Un pequeño lugar infinito
para los grandes planes fugaces.

Y fugarse.


                                   
                                     

domingo, 4 de noviembre de 2012

Secreto






La ventana es una cosa que se llama ventana, eso es así. Pero a diario incurrimos en el error de confundir a la cosa con su nombre. Pensemos que la ventana, es una cosa que recorta el mundo. Es un lente que permite ver apenas el ápice del otro lado. Es también una cosa que hace de límite entre afuera y adentro. Es un cuadro en tercera dimensión. Es muchas cosas, pero se llama ventana. 


Aprendimos y enseñamos, desde siempre, a vestir a las cosas con palabras. Si por eso no fuera, andaríamos desnudos, hasta de nosotros mismos. No tendríamos que usar la lengua más que para saciar instinto. No tendríamos que decirnos mucho para saciar el hambre. Todas las formas del hambre. Nada sería infortunio, porque el tiempo no se llamaría, sería más bien parecido al agua en su estado líquido. Incontable. 



Sin embargo bienvenida la palabra. Es puramente cierto que necesitamos decirnos muchas cosas de esa forma. Pero sólo quería deshabitar el engaño por unos minutos y jugar a que también sabemos, que algunas cosas se dicen lejos de la boca. Por los ojos, por las manos, por los etcéteras del cuerpo. 

Es que de repente miré a mi ventana y no vi una ventana. Y caí en la cuenta de que al parecer no inventamos las palabras tanto por lo que decirnos, sino más bien, para que exista la oportunidad de callar algo. Sólo porque algunas cosas necesitan máscara. Sólo porque todos tenemos algo que escondernos. Somos palabra, pero también somos la cosa y el secreto. Callamos verbo.


                                 

martes, 31 de julio de 2012


Y a veces te agarra la duda. Hay cosas que uno no sabe. No sé, todo es como ir corriendo en el pensamiento, hay cosas que uno piensa rápido y otras que uno no sabe y por eso, no piensa. O al revés, no sabe porque nunca pensó en dichas cosas. En fin, a la mierda con eso. Decía que a uno a veces le agarra la duda. Rústica, maldita, insoportable. Intempestiva duda que te parte al medio. Te rompe la paciencia y la comodidad de haber estado pensando en nada dos segundos antes. Te jode. Te hace flaquear la certidumbre sobre lo poco que creías que tenías en seguro. La duda.


Y te despertás. Si fuera un sueño, te despertarías sobresaltado, pero como no es el despertarse de un sueño, es peor. Te haces "LA" pregunta. La puta pregunta. Y ahí se va todo al carajo. Aclaración: que todo se vaya al carajo es una forma alternativa de decir lo mismo que dice el eufemismo "trastabillar", en la vida. Pero me gustaba más decir, que se vaya al carajo. Aclaración número dos: las malas palabras no existen. Existen las intenciones jodidas nada más. Y la gente que las pone en práctica.


Que perra, justo ahora. A propósito, está lloviendo para colmo. Bueno. Justo ahora, te agarra la duda. Justo ahora que más o menos creías saber en qué vereda te había dejado la vida y para qué. Mentira, el para qué, nunca lo supiste. Entonces te decís que algo hay que hacer. En el mejor de los casos haces algo así como un cortometraje mental de tu vida hasta el momento, y pensás en las cosas que hiciste. Y te decís eso, que algo hay que hacer. Ya está. La vida te hizo la gran revelación del día. Y en ese momento te volvés un poquitito esquizoide. Un poquitito más esquizoide que de costumbre. Una voz te dice que así estábamos tan bien, más o menos éramos felices, que te dejes de preguntarte cosas que ni si quiera sabes qué son. Pero no. Tenía que caerte la dud , y la pregunta, el cortometraje, y ya.


La pregunta. Te comés la cabeza. Te volvés canibalístico. Autocanibalístico. Entonces te angustiás un toque, o no. O si sos de esos que la gente llama "optimistas", te lo tomás bien. Te ponés un poco incómodo, pero te lo tomás bien. De todas formas, te hacés el que te la veías venir. Aclaración tres: el optimismo podría ser una religión más. Apreciación: tendría que ser masiva. Pero, volvamos. 


Por el momento, solo te dignas a responder esa pregunta con un: no se, supongo que sí. Y empezás a pensar que tendrías que pensar más seguido en esas cosas que te dice la gente, como por ejemplo, en frases tales como la de "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy". También pensás en las veces que repetiste esa clase de cosas. Y en las veces en que pensaste que hay frases trilladas en exceso. Y en los excesos. Y volvés a la frase. Y cae como colación acordarte de que esta sería la décimo tercera vez en el mes, que pensás que tendrías que empezar a ir al gimnasio y al final, no vas nada. Qué pregunta hija de puta. Porque uno sabe más o menos que siempre anda por la vida queriendo ser feliz, pero andá a responderte una tardecita cualquiera, si estás o no, siendo feliz AHORA.


Que cagada, ya te leíste todo esto e inevitablemente te estás haciendo la pregunta. Vas a tener que hacer algo, te la dejo picando. Me voy, que llego tarde al gimnasio.

jueves, 14 de junio de 2012

La trampa


El lenguaje nos hace caer en trampas. Una de esas trampas es pensar que el otro sabe lo que pensamos. El error de creer que compartir el mismo lenguaje, es compartir la misma forma de decir. Pero el tiempo pisa el velo de ese error para dejarlo en descubierto: hay un ritmo distinto en el lenguaje de cada quien. Cuando pensamos somos parecidos o distintos, pero nunca podemos transmutar nuestro lenguaje al lenguaje del otro. Caemos entonces en la trampa de la suposición. Mejor sería no dar nada por sabido. No dar nada por dicho, por anoticiado. El decir, es siempre un resto. Pues lo que viene luego de suponer algo del otro, es actuar a condición de ello y es allí cuando incurrimos en el error mayor, el de culpar al otro de nuestros propios pensamientos.
Otra, es la trampa inversa: pensar que sabemos lo que el otro piensa. El otro lado de la suposición. El hecho de creer que sabemos algo que en realidad no sabemos. Amalgamarnos al sentido. No concebir el lenguaje del otro como lenguaje del otro. Saber que hay un vacío, pero suponer con urgencia algo dentro del vacío. Meter palabra. Caernos encima del otro avasallando con sentido una propuesta de hiancia. No corresponder a su seducción, no poder enamorarnos de su falta, sino aplastarlo con toda verborragia. Lo pesado del lenguaje. Creer que el lenguaje, se adivina.
Intencionar el lenguaje del otro. Otra trampa. Volver el propósito tan explícito que el sentido se vuelve espeso. No poder ser más, que seres capturados por una gramática que afila la lengua y una semántica que afina el oído. No tomar a las palabras por palabras. No creer en la gracia del lenguaje. Inferir una intención en lugar de lo insondable, es no poder tolerar que el lenguaje mucho tiene de acertijo. E incurrir entonces en el mal mayor: no solo inferir una intención a lo hablado por el otro, sino también, a su no dicho. A su bocanada de aire. Sentido y palabrerío, la fiebre del que dice.
Y la trampa de la noticia en la que todos caemos. Linda trampa, querer decirlo todo. Linda como una máscara en el carnaval de los comprometidos y comprometedores del lenguaje. Trampa de todos en el festejo y padecimiento de la lengua. Del no saber qué decir en qué momento. Máscara  de la urgencia por decir algo, en lugar de hacer la cosa. La trampa de no dejar que el vacío haga lo suyo, de no soportar el casillero oscuro del crucigrama. 
El lenguaje es la trampa misma. El que calla otorga pero el que dice también lo hace. ¿Otorgar qué cosa a quién? El lenguaje otorga más lenguaje. El que pronuncia provoca y el que calla también. No hay forma, no hay modo de evitar esa transición, decir es siempre la primer trampa. Porque decir se dice de todos los modos, como un viaje inevitable, como un punto de fuga, como un camino infinito. El lenguaje compromete hasta los órganos. Todo condice. El silencio también es el lenguaje. El silencio también seduce a la lengua, nada podría llevar a otro sitio. Somos materia y palabrerío, no hay forma de no caer en la trampa, porque somos la trampa.







miércoles, 13 de junio de 2012

Mi propósito


Si te quiero
desesperadamente
si te quiero con urgencia


con necesidad de quererte


si te quiero a pesar de todo
a pesar de vos
y a pesar mío.


Si te quiero 
irremediablemente
sin importarme nada
si te quiero tanto así
sin egoísmos.


Si te quiero
abruptamente
inquietamente
sondeando abismos.


Si te quiero así
sin salvarme de nada


entonces, no te quiero


entonces lo que quiero es la esperanza
el anhelo
el simple anhelo de que entonces vos me quieras
simplemente porque yo te quiero.


Y eso no es justo
es más noble para ámbos
quererte porque si
y porque no


y es así como
me propuse quererte.